20 de enero de 2012

¿Piratería digital?

El tema de la propiedad intelectual, tan controvertido estas últimas décadas por la creación, expansión y rápida evolución de los sistemas digitales, es uno de los grandes temas de los que quería hablar desde que comencé con esta bitácora. Iba retrasando el momento en pos del conocimiento lingüístico y para aprender más sobre ello, además de ir viendo qué ocurría con el transcurso del tiempo. Ya que ayer el FBI clausuró Megaupload, una de las compañías de alojamiento de archivos más famosas, e incluso detuvo e ingresó en prisión a la espera de juicio a algunos de sus responsables y denegó el acceso a todos los archivos hospedados en sus servidores de manera arbitraria, abusiva, irregular, indefinida y reprochable, hoy me he decidido finalmente a escribir unos cuantos párrafos sobre lo que ciertos colectivos han conseguido que se conozca o entienda como piratería, un término que se emplea en estos casos de manera muy descabellada, imprecisa, exagerada y alejada de la realidad.

Según ciertos autores y gestores de las obras de creación con derechos de autor o edición restrictivos (copyrights), somos varios miles de millones de piratas en el mundo actualmente. Según ellos, no solamente es pirata el que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar, o es persona cruel y despiadada, sino que también es pirata aquel honrado y explotado trabajador que invierte la mayor parte de su vida en trabajar para obtener una remuneración económica —de la que le retienen gran parte en concepto de impuestos tanto al cobrarla como al comprar cualquier producto— que apenas le da para comer y mantener a su familia y, para ahorrarse un dinero que no tiene y con todo el derecho, descarga de Internet para consumo privado de su familia una película, una canción o un álbum musical, un videojuego, un libro, etcétera (la mayoría con precios de venta al público excesivos, desproporcionados, con el agravante de que al artista le llega realmente poco de ese importe). Según ellos, un joven que se descarga un libro de Internet porque lo necesita para sus estudios o, simplemente, porque disfruta leyendo y culturizándose, también es pirata. Según ellos, también es pirata aquel que hace un audiovisual, por placer y sin ánimo de lucro, con contenidos de terceros, como canciones famosas o algunos fragmentos o imágenes de películas. Según ellos, también es un vil pirata el que tiene un establecimiento y sintoniza un canal de radio en el que ponen música. Según ellos, es ilegal que un profesor utilice una canción o un audiovisual para enseñar algo a sus alumnos. Según ellos, la cultura sirve para que ellos ganen mucho más dinero del que ya tienen. Según ellos, solo tienen derecho a acceder a la cultura los que tienen dinero de sobra (como ocurría siglos atrás) incluso aunque exista la posiblidad de que todo el mundo, independientemente de su poder de adquisición, pueda tener acceso a ella. Según ellos, es ilegal ejercer el derecho constitucional al acceso libre a la cultura. Según ellos, también es ilegal descargar contenidos con derechos de copia aunque estén descatalogados y a la gente normal le sea imposible conseguirlos de otra manera. Según ellos, todas las acciones que ellos consideran piratería son delitos mucho más graves que los crímenes por hurto, robo, agresión, violación e incluso asesinato, por lo que los castigos y penas deberían ser mayores. ¿En qué mundo vivimos? ¿En qué mundo queremos vivir?

Según los escritos de la Biblia, concretamente los del Nuevo Testamento, Jesús multiplicó milagrosamente panes y peces. Dejando aparte la veracidad de tales historias porque este artículo no trata de eso, ¿fue él el primer pirata del que se tiene constancia al ofrecer más cantidades comida de la que había en un principio a la gente partiendo de unas pocas unidades? ¿O llevó a cabo, en efecto, un milagro y ayudó a evitar que muchas personas pasaran más hambre durante un tiempo? ¿Podrían haberse quejado racionalmente pescadores y panaderos por semejante acto positivo y benigno, o por el contrario quedaron maravillados por el milagro? Con la informática y las infinitas posibilidades digitales que ofrece hay opiniones diversas: lejos de considerarlo un milagro, algunos piensan absurdamente que hacer infinitas copias de algo es inconveniente; otros, lo encuentran maravilloso, un milagro de la tecnología. Por el hecho de saber que la informática es un invento humano y por consiguiente banalizarla, ¿deja de ser un milagro o, como poco, un gran adelanto? ¿Acaso no nos da la capacidad de realizar tareas extraordinarias e imposibles de llevar a cabo por otros medios, y todas de manera sencilla? ¿Acaso no mejora y facilita la vida? ¿Por qué ha de ser necesariamente malo hacer copias de algo bueno y que todo el mundo pueda tener, al menos, una de ellas sin coste adicional, justo como cuenta la Biblia que ocurrió con los panes y los peces? Además, con la copia digital no se modifica en absoluto el original, por lo que sigue estando como antes. No hay perjuicio de ningún tipo, solo beneficios para todos. Un buen ejemplo similar a ello puede ser el de un cuadro único: si lo hurtas es delito y estás produciendo, en efecto, una sustracción de bienes indudable y castigable; si le haces una fotografía para que todo el mundo pueda admirar su belleza y su arte de manera libre y gratuita, no solamente no estás perjudicando a nadie, sino que, además, estás beneficiando a muchas personas e incluso a toda la sociedad. O, simplificando más todavía, nadie paga al autor del cuadro cada vez que lo mira, como dice Javier Capitán.

Es curioso que actualmente mucha gente esté en contra, de manera incuestionable e incondicional, de dictaduras históricas como las de Hitler, Mussolini y Franco, sobre todo por sus nefastas consecuencias conocidas. Vivimos engañados y manipulados; aparentemente, hoy hay muchos gobiernos democráticos. Para más señas, eel término democracia significa, literal y etimológicamente, ‘el poder del pueblo’. Pero ¿acaso no son todos los gobiernos actuales dictaduras y sistemas totalitarios en cierto modo? ¿Acaso no dirigen y administran los países según lo que los ricos y poderosos quieren? ¿Acaso no cometen frecuentemente actos propios de las dictaduras? El tema de la explotación económica de las obras de creación es un buen ejemplo de ello. Si muchos países actualmente tienen gobiernos democráticos auténticos, deberíamos preguntarnos: ¿qué le conviene realmente a la sociedad? ¿Qué quiere la gente mayoritariamente? Evidentemente, tener la posibilidad y el privilegio de disfrutar y hacer buen uso de la cultura de manera muy asequible y libre. Y es lo que empezó a ocurrir con Internet y la era digital: cultura libre para todo el que pudiera acceder a un equipo informático con conexión a Internet. Sin embargo, los propietarios y responsables de discográficas, productoras y distribuidoras de audiovisuales, editoriales y demás organismos encargados de velar y procurar que haya beneficios económicos en abundancia de las obras de creación, a través del poder y el fanatismo de entidades de gestión como la infame SGAE (mejor que tenga cuidado con lo que escribo porque, visto lo visto, igual me denuncian y piden que me encarcelen por expresarme libremente...), la RIAA, la MPAA, etcétera, se quejan sin parar y de una manera agresiva por ello. Lo único que les interesa es ser muy ricos; no les importa en absoluto lo que le pase a la sociedad. Y yo me pregunto, ¿de qué les sirve tanto dinero si no tienen manera de gastarlo, si al estar todo arruinado ya no vale nada? No se preocupan siquiera de que esas riquezas las obtienen gracias a sus clientes potenciales, que somos precisamente a los que atacan, intentan criminalizar por todos los medios y restringen sus derechos. Pan para hoy, hambre para mañana; pero ni siquiera para hoy...

Según ellos, su gran problema es que las descargas de Internet les hacen perder muchos millones de euros o dólares al año en beneficios. Eso es mentira. Así de claro. Internet no solamente no es perjudicial para artistas y gestores, sino que, además, les hace una publicidad masiva y gratuita de todos sus productos, lo que anteriormente era del todo imposible, pues no había ningún medio que fuera tan masivo y rápido, por lo que crea muchos más aficionados a la música, películas, etcétera, que por consiguiente acaban consumiendo más y los beneficios van aumentando considerablemente con el paso del tiempo. ¿Cuántas obras conocemos porque alguien cercano nos ha mostrado su existencia? ¿Cuántas porque hemos visto algún anuncio de ellas o contenido relacionado en televisión? ¿Cuántas porque hemos visto algo referente a ellas en Internet? Lo evidente es racionalmente innegable. Además, en el caso de la música, también hace que la asistencia a conciertos se incremente sensiblemente, por lo que los beneficios para el propio autor ascienden en gran medida; de ello hay datos que lo prueban.

Como puede comprobarse, están muy equivocados en la manera que tienen de plantear las cosas. Internet no solamente no les resta beneficios, sino que se los aumenta, y podría hacerlo más todavía si quisieran aceptarlo, comprenderlo y utilizarlo positivamente para todos. Adaptarse o morir. Simple selección natural. Si antes ganaban 3, ahora ganan 6; pero su enorme avaricia les hace creer muy erróneamente que sin Internet podrían ganar al menos 9. En realidad, sin Internet ganarían lo mismo, o quizá incluso menos. Los pocos beneficios que pudieran perder por las descargas de Internet lo recuperan, y de manera exponencial, en publicidad supermasiva y gratuita, lo que se traduce en un aumento considerable de las ventas y, por consiguiente, de los beneficios. ¿Acaso antes se conocía y consumía tanta música, películas, videojuegos, etcétera? Como dice el humorista José Mota: «Las gallinas que entran por las que salen». Es curioso que coincidiendo con las nuevas tecnologías digitales haya aumentado tanto la ganancia de millones y millones en música, películas, videojuegos, libros, conciertos... Hay datos de probada validez que demuestran que tal crecimiento de beneficios es real. Entonces ¿de qué se quejan y por qué dicen que han bajado las ventas? Simplemente, porque llevan a cabo un razonamiento —por llamarlo de alguna manera— totalmente erróneo y ciego de avaricia; ellos piensan: «Si cada vez que alguien se hubiera descargado tal o cual cosa nos hubiera pagado a nosotros, ¡ahora seríamos tremendamente ricos!». De lo que no quieren o no saben darse cuenta es que muchas de esas descargas no hubieran supuesto una venta aunque no hubiera existido Internet ni nada parecido, y sin embargo sí ha supuesto un expandimiento de la fama, el alcance y futuros pero cercanos beneficios de las obras de creación y todo lo que se deriva de ellas. La creación artística no solamente no está «muriendo» —como ellos dicen—, sino que está más «viva» que nunca; lo único que no perdurará serán las discográficas, productoras, entidades de gestión y demás organismos que no quieran evolucionar y reaccionar adecuadamente y dejar de ser demasiado avariciosos, intransigentes, destructivos y agresivos.

Y es que no solamente no quieren evolucionar ni darse cuenta de cómo es verdaderamente la realidad, sino que además pretenden que todo sea como antes aun estando ya en el año 2012 y existiendo otras tecnologías muy diferentes a las que había hace décadas o incluso siglos. Quieren que todo siga como estaba cuando no había Internet. ¡Es absurdo! Ahora existe, y hay que adaptar el negocio de la mejor manera posible. Y tal fanatismo y empecinamiento lo llevan a cabo atacando, difamando, insultando y perjudicando, ni más ni menos, a todos sus posibles clientes. No se conforman con el desproporcionado y arbitrario aumento que han conseguido con el paso del tiempo del período que ha de pasar para que una obra pase al dominio público (al principio eran unas pocas décadas, y ahora unos 70 años después de la muerte de autor); también quieren que todos y cada uno de nosotros paguemos grandes cantidades monetarias por cualquier obra que deseemos disfrutar, aun siendo ellos muy ricos y nosotros tan pudientes como nos permiten ser. Es cierto que el argumento de que «ellos son muy ricos» no es el más adecuado, ya que la producción de algunas obras requiere una inversión de tiempo, esfuerzo y dinero considerable y merece una recompensa; pero tampoco es admisible de ninguna manera que por querer disfrutar de la cultura sin dejarnos lo poco que tenemos en el camino, y compartirla libremente con los demás, que además son derechos constitucionales, nos traten de criminales y, en algunos casos, hasta nos multen severamente o nos castiguen con penas de prisión. ¿Es que acaso pseudomúsicos como Bisbal y tantos otros pasan hambre? ¿Acaso no se amortizan más que de sobra las astronómicas inversiones de muchísimas películas? Sería mucho más razonable que las obras de creación pasaran a formar parte del dominio público, por ejemplo (y quizá dependiendo del tipo de obra, pues no todas tienen las mismas características...), a los 30 años después su publicación, no a los 70 de la muerte del autor, como hoy en España, o 50 como en otras regiones; lo único que se consigue con ese absurdo y exagerado sinsentido es que la cultura, aparte de clásica, obsoleta y anticuada no pueda ser disfrutada legalmente por todas las personas del mundo, que la gente no pueda hacer un uso y disfrute libre y pleno de las obras que nos gustan. ¡Y todo para ganar ya muy pocos beneficios o ninguno! Hay que revisar urgentemente esos convenios o acuerdos.

Aunque compres una obra de manera totalmente legal, actualmente no tienes derecho a hacer nada con ella aparte de disfrutarla tú; según ellos, no puedes mostrársela a más de unas pocas personas a la vez (¿pero cuántas?...), ni dejársela a nadie, ni hacerte una copia de seguridad por si se estropea o se pierde (lo que es, una vez más, un derecho que tenemos y que transgreden continuamente con los sistemas anticopia y sus estúpidas y destructivas exigencias). Queremos que la cultura sea libre y gratuita para todos; y si se empecinan en que no puede serlo desde su misma publicación —que sí puede, naturalmente—, al menos que lo sea en un período razonable después de ella. Según ellos, alguien que no puede permitirse comprar obras de creación ha de ser marginado de la cultura e incluso de la sociedad. Según ellos, los derechos de todo ser humano según la Constitución no son más que engaños y mentiras. Según ellos, importa mucho más la riqueza de unos pocos que la de toda la humanidad.

Además es innegable, porque está más que probado y demostrado, que la gente seguirá comprando de todo mientras le guste, incluso aunque tenga la posibilidad de obtenerlo por otros medios. Todos seguimos comprando música, películas, libros, videojuegos, etcétera, si nos gusta lo suficiente y no es demasiado caro, aunque podamos obtenerlos más o menos gratuitamente en Internet. Lo único que han de hacer las entidades de gestión, las discográficas y demás productoras es aceptar y prever que una parte de la adquisición de las obras se lleva a cabo de manera «gratuita», y actuar en consecuencia sin creer y proclamar que la culpa es de toda la gente por obtener cultura libremente. Entrecomillo gratuita porque bien nos cuesta tener la posibilidad de descargar contenidos de Internet; así que tampoco es exactamente de manera gratuita, sino, simplemente, repartiendo esa parte de los beneficios entre toda la cantidad de empresas, organismos y colectivos que están relacionados con el simple hecho de descargar, entre ellos los gobiernos a través de los numerosos y cuantiosos impuestos, y la propia SGAE, además de por otras muchas vías, también a través del infame y todavía pseudoanulado canon digital que ha de pagarse por cualquier soporte físico digital, sea lo que sea lo que se almacene en él... Pues a pesar de pagarse este canon «por si se utiliza el soporte para piratear», según ellos sigue siendo ilegal emplearlo para según qué tipo de contenidos. Así que, como puede comprobarse, se paga tanto o más por descargar y disfrutar contenidos de Internet que por comprarlos, y además se reparten ligeramente más los beneficios entre la sociedad. ¿Es que quieren ser los más ricos del cementerio? Y todavía se quejan hasta el punto de maltratar, atacar y privar de libertad y derechos a sus clientes potenciales...

Personalmente, aparte de comprar bastantes obras de creación originales, también he descargado y compartido muchas, y no he recibido jamás ni un solo céntimo por hacerlo, ni directa ni indirectamente; es más, para ello he gastado el dinero que cuesta la electricidad, la conexión a Internet y todo el equipo informático (tanto el hardware como el software) y el coste de la conexión a Internet). Lo he hecho única y exclusivamente por la simple satisfacción de compartir algo que me gusta con mis semejantes. ¿Lo digo solemnemente y con mucho orgullo —pero con algo de miedo, como ellos quieren e intentan conseguir con su terrorismo—, pues no he quebrantado ninguna ley vigente, sobre todo ninguna que sea coherente, racional y neutral. ¿Quién no ha compartido alguna obra alguna vez de alguna manera? Es un derecho constitucional, un privilegio innato del ser humano. La mayoría de obras que he descargado tampoco las habría comprado aunque no hubiera podido acceder a Internet por cualquier razón: en primer lugar, porque muy probablemente ni siquiera conocería su existencia; en segundo, porque no me gustan tanto como para gastarme el dinero en ellas, o bien no he encontrado ninguna otra manera de obtenerlas. Y algo muy similar ocurre con el resto de personas en mayor o menor medida. Si una persona como yo mereciera ir a la cárcel, entonces miles de millones de personas merecerían ir también. ¡No habría recursos suficientes para encerrar a tantos presos! ¡Si hay pruebas de que hasta el Gobierno y los propios administradores y partidarios de una propiedad intelectual tan intransigente usan Internet para descargar «gratuitamente» contenidos con todos derechos reservados! ¿Qué artista no ha descargado algo de Internet con derechos de copia alguna vez? Todo ello es síntoma inequívoco de que lo que pretenden falla por todos lados. Y cuando algo falla, hay que considerarlo, revisarlo y arreglarlo antes de que sea demasiado tarde y explote, causando daños severos a todo lo que alcanza.

Dime de qué presumes y te diré de qué careces. Algunas entidades de gestión sin ánimo de lucro fueron intervenidas por las autoridades por desviar ingentes cantidades de dinero... ¿Eso no es hurto o sustracción indebida? Y, además, de verdad. Todos estos individuos (por llamarlos de alguna manera) se quejan mucho de que los internautas quebrantamos sus derechos y le causamos perjuicios económicos considerables «robando» obras. ¿Cómo pueden ser tan malas peronas? ¡Ellos sí que nos roban a todos impunemente! ¿Acaso ellos son inocentes y no atentan contra el honor y los derechos de los demás con su avaricia, su fanatismo, su tozudez y su intransigencia? ¿Pretenden que nosotros, por miedo, los hagamos más ricos todavía, cuando nos matamos por un trabajo digno mientras ellos se llenan los bolsillos tanto y de todas las maneras que pueden? ¿O acaso quieren que gastemos el dinero que necesitamos para comer y mantenernos de una manera mínimamente digna en la cultura cuando todos, según la supuestamente intocable y autoritaria Constitución, tenemos derecho a su libre acceso?

Lo que han hecho estos últimos con Megaupload es un buen ejemplo de su pésimo comportamiento, su nefasta ideología y sus intentos por infundir miedo a unas absurdas leyes que ellos mismos pretender imponer arbitrariamente. No han hecho más que empeorar las cosas para todos comenzando definitivamente una guerra que estaba gestándose de manera latente; ya llevaban mucho tiempo intentando acabar agresivamente con las descargas de Internet y acusando vilmente a muchísimas personas inocentes de criminales, pero no consiguieron nada de lo que se proponían, ni lo han conseguido a pesar de la conmoción que está suponiendo el cierre de Megaupload, ni lo conseguirán nunca, sino todo lo contrario. Que atenten contra Megaupload no significa que puedan acabar con todos los servicios similares que hay repartidos por el mundo entero. Además, hay muchas otras maneras de compartir a través de Internet —entre ellas las imbatibles redes P2P (peer-to-peer)—, y no nos daremos por vencidos jamás simplemente porque nunca lo estaremos. La informática ofrece infinitas posibilidades. Por más que se empecinen, Internet escapa de su control y del de cualquiera. Es demasiado poderosa y grande. Es la mejor manera que existe actualmente en el mundo de intercambiar información a distancia. No tienen nada que hacer con la piratería mientras haya personas que crean en una Internet y una cultura libres. Lo más triste es que ellos parecen creer que somos nosotros o ellos; la evidente realidad es que todos estamos en el mismo barco, y no tenemos manera de escapar, así que hemos de convivir lo mejor que podamos. Todo lo que ocurra en este mundo, o incluso en este universo, nos afecta a todos de una manera u otra, directa o indirectamente. Si el barco se hunde, perecemos todos. Y con su conducta no hacen ningún favor a nadie, ni siquiera a ellos mismos.

Pero no quieren darse cuenta de ello, al menos de momento. Y mientras hemos de sufrir todos los perniciosos efectos la tiranía de un poder vil, como ha pasado estos últimos días con el FBI y Megaupload. Resulta que los estadounidenses, en una operación aparentemente internacional y bastante irregular, han clausurado todos los servidores de Megaupload sin previo aviso, ni consideración alguna y, por consiguiente, han dejado a millones de usuarios sin los contenidos que habían alojado en sus servidores, y muchos de ellos hasta habían pagado por ese servicio. ¿No se suponía que las fuerzas de la ley y las propias leyes están para garantizar la seguridad y los intereses de toda la sociedad? Ya es bastante evidente que, al menos por parte de las fuerzas de seguridad de los gobiernos, no es así. ¿Y por qué Megaupload concretamente, si había varios servicios del mismo tipo llevando a cabo actos similares, como Fileserve? ¿Porque es el más famoso, el que más dinero manejaba? Lo que han hecho es aprovechar algunas sospechas de delito para llevar a cabo una artimaña terrorista contra todos los usuarios de Internet, especialmente los que descargan y disfrutan de la cultura libremente, que por supuesto somos la mayoría. Y casualmente han puesto fin a lo que ellos llamaban «Conspiración Mega» pocos días después de que se detuviera una vez más el proceso de aprobación de la infame ley SOPA (Stop Online Piracy Act) (entre otras cosas por la poca seriedad del proyecto y las manifestaciones en su contra)... Está claro que han utilizado Megaupload para infundir miedo y provocar pánico para intentar frenar la libre circulación de la cultura. No solamente no han conseguido nada positivo para nadie; además, como ya ha pasado otra veces, cuando clausuran uno se crean mil más, y mejorados. Es inevitable. La gran mayoría queremos compartir libremente.

Es cierto que los servidores de Megaupload albergaban obras de creación con las que algunos usuarios concretos obtenían, indirectamente, beneficios económicos. Como los archivos son incontrolables por su increíble número, no se les ha ocurrido otra cosa que denegar el acceso a todos los servidores, por lo que nadie aparte de ellos mismos puede acceder a ningún archivo alojado en ellos; pero ¿qué pasa con los contenidos «legales»? Es lo que se pregunta el brillante director español Álex de la Iglesia y muchas personas más. Todos los archivos han sido privados de acceso y tienen pensado borrarlos totalmente, por lo que las pérdidas para sus propietarios han sido considerables y pueden ser incluso mayores si se lo permitimos. Hay personas que alojaron ahí la única copia que tenían de archivos únicos e insustituibles, como fotografías y vídeos familiares. En el caso de las obras de creación es algo distinto, pero su arbitraria clausura y eliminación no dejan de ser ilícitas (se dice que han quebrantado varias leyes en esa operación, y todavía no ha acabado del todo) e ir en contra del sentido común y el interés de la sociedad. Nosotros creamos copias, y ellos las borran. ¿Quién está realmente destruyendo la cultura? ¡Da igual si se ha pagado por cada copia o no, sigue siendo cultura! Esto me trae a la cabeza las atrocidades que le hicieron antaño a la Antigua Biblioteca de Alejandría y a tantas otras fuentes de cultura, por fanatismo e ignorancia, en tiempos aciagos o, como mínimo, políticamente inestables. Se suponía que la historia nos enseñaba a no cometer una vez más los errores del pasado. Se suponía que ya éramos una civilización relativamente avanzada.

Y todo ello lo están llevando a cabo sin pruebas válidas o concluyentes, sin fundamentos sólidos, sin criterios válidos; basándose únicamente en sospechas e investigaciones irregulares e insuficientes. Aunque es cierto que ganaban mucho dinero con Megaupload, eso no quiere decir necesariamente que fuera fruto de actos ilegales; todavía no hay manera segura de saber que sus responsables estuvieran delinquiendo, así que no es posible determinar fehacientemente si son verdaderamente culpables hasta que no se investigue todo como es debido; ¿y qué pasa con la presunción de inocencia? Los han encerrado a todos y han clausurado todos los servidores sin haber demostrado nada. ¿Qué ocurrirá si resultan ser inocentes? Es cierto que algunos servicios como Megaupload otorgan puntos a aquellos usuarios que compartan más contenidos, que a la larga pueden intercambiarlos incluso por dinero, pero ¿eso les da potestad para perjudicar gratuita y arbitrariamente a millones de personas inocentes? Si bien eso sí que es ilegal y además inconveniente para la sociedad, por lo que habría que encontrar la manera de evitarlo, afortunadamente no todos los usuarios que suben obras con derechos de autor a Internet lo hacen. La mayoría compartimos con el único fin de divulgar libremente lo que nos gusta e intercambiar cultura. El caso de los responsables de esos servicios es distinto. Ellos obtienen beneficios por los servicios de pago que ofrecen y también por algo de publicidad; no es que obtengan ese lucro por los contenidos con derechos de autor, sino que estos últimos son una parte inevitable de los contenidos que manejan indirectamente. También se los ha acusado de no eliminar los archivos denunciados como de uso ilegal, pero habría que ver si realmente se estaba haciendo un empleo ilegal de ellos, esto es, obteniendo beneficios directos.

En cualquier caso, si justa y adecuadamente se demuestra que los responsables de Megaupload, o cualquier otra empresa similar, y sus usuarios más espabilados y aprovechados son culpabes de algún delito real deben ser reprendidos, pero no hay que perjudicar en el proceso a los usuarios que no tienen culpa más que de querer compartir y disfrutar la cultura con sus congéneres lícita y legítimamente. Con impopulares, irregulares y manipuladas operaciones como esta y con intentos de infames, nefastas, totalitaristas, abusivas e ilícitas leyes «Sinde» acaban pagando justos por pecadores siempre; y cada vez estamos más escarmentados. Están poniendo en su contra a las mismas personas que nos gastamos nuestros pocos ahorros y que hacemos posible que ellos naden en la abundancia. Algunos colectivos con grandes conocimientos informáticos y carácter rebelde incluso han atacado digitalmente algunas páginas del gobierno de Estados Unidos y de discográficas y productoras involucradas en las acciones contra Megaupload; personalmente, considero que eso algo incoveniente porque ensucia un poco la imagen de todos los internautas y significa rebajarse a un nivel parecido al de los mismos represores (al de un terrorismo no sangriento), pero es cierto que empezaron ellos y que bien se lo merecen, ya que han hecho mucho en contra de todos y con muy malas artes, por lo que tampoco me opongo.

Conociendo el mundo antiguo y el de ahora, te das cuenta de que ha cambiado realmente poco, en realidad. El rico siempre abusaba, abusa y lamentablemente abusará del pobre y del menos rico. ¿Cuánto tiempo más vamos a permitir que esto siga siendo así? Si el número hace el poder, somos nosotros, el pueblo, los que lo tenemos. ¿Cuándo seremos conscientes y lo usaremos en pos del progreso y la mejora de nuestro mundo? Es prácticamente imposible predecirlo, pero mientras exista algo de sentido común por parte de la sociedad y contemos con el apoyo y la guía de expertos y profesionales maravillosos como el abogado David Bravo, firme y activo opositor de la tiranía con motivo de la propiedad intelectual, ese momento de revolución no tardará mucho en llegar. Y más nos vale, porque si pasa demasiado tiempo nos habremos destruido unos a otros y entonces ya no quedará nada por lo que luchar. De momento llevamos varios años con una crisis que no hace más que empeorar por momentos, y lo único que se le ocurre a nuestro Gobierno es recortar el sueldo de los trabajadores —además de los millones de parados que hay—, que se supone que son los consumidores potenciales de una sociedad de consumo; si no tenemos dinero que gastar, no hay consumo, y si no hay consumo, una economía basada en él no puede sustentarse. ¿Es eso lo que pretenden? Y luego dicen que no se consume por culpa de Internet... No podrían ser más hipócritas, capitalistas y estúpidos aunque se lo propusieran.

No debemos dejarnos someter por la tiranía de un gobierno vil y manipulado por los intereses de algunos con el poder suficiente. Hemos de reivindicar y exigir nuestros derechos y disfrutar de ellos de la misma manera que debemos cumplir las obligaciones racionales; ambos son imprescindibles y complementarios entre sí para mantener el orden y asegurar el bienestar. Así que cada vez que cometan intolerables actos contra la libre divulgación de la cultura intenta evitar el gasto directo en música, películas, etcétera, durante varios meses: descárgalo, obtenlo de segunda mano o que alguien te lo pase, pero no los compres ni vayas al cine. No debemos ni podemos hacerles creer que tienen razón; debemos inducirlos o incluso obligarlos a que se den cuenta de que no la tienen, ya que las consecuencias de esa creencia son nefastas e irreparables para todos, y podrían ser mucho peores en un futuro próximo. Comparte siempre toda la cultura que puedas; eso sí, siempre sin recibir beneficio económico. Debe ser altruista, desinteresado monetariamente; únicamente por enriquecer la sociedad y disfrutar de cuanto más conocimiento y arte mejor.

La mayoría de discográficas y bastantes productoras de cine explotan a los autores que tienen contratados y bien amarrados a cambio de una remuneración ridícula. Además, manipulan los medios de comunicación para que, a través de eufemismos y exageraciones, se consideren las cosas como ellos quieren, tanto subliminalmente como explícitamente. También manipulan tanto como pueden el sistema legislativo para ponerlo en contra de sus propios clientes potenciales. Es decir, están en contra de todo el mundo únicamente por avaricia, ya que solo quieren nuestro dinero y nada más. Pero ¿de qué les sirve el dinero si nuestra sociedad se viene abajo? Ser tan absurdamente destructivo es tan irracional e inconveniente como prohibir que alguien, sin obtener beneficio económico por ello, confeccione un audiovisual con música o imágenes que «no le pertenecen» (¿a quién debe pertenecer la cultura? Además, ¿no es eso destruir la creatividad absurda y estúpidamente, además de evitar la promoción gratuita de las obras empleadas, lo que va en beneficio de todos, tanto creadores como consumidores? ¿Acaso prácticamente todas las obras no están inspiradas por otras?). Compartir debe ser siempre sin ánimo de lucro, de la misma manera que la cultura debe ser siempre propiedad de toda la humanidad. Hemos de ser racionales, éticos y justos siempre, tanto como nos sea posible, y usar el sentido común y la inteligencia que supuestamente nos caracteriza. Si nos gusta mucho una obra la acabamos comprando igualmente. Si debemos comprarlo todo sin saber si realmente nos gusta, aparte de arruinados acabamos frustrados y enfadados, y probablemente compremos mucho menos. Lo único que van a conseguir con sus improductivas y perniciosas intenciones y exigencias es una sociedad mucho más reprimida todavía, sin derechos, depresiva, con odio, en su contra y mucho más pobre en todos los aspectos.

En conclusión: todo lo que piensan, dicen y hacen es absurdo y perjudicial para todos, no tiene criterio, sentido, utilidad ni respeto al prójimo, solo una terrible avaricia. No beneficia a nadie tener unas leyes de propiedad intelectual tan restrictivas e intransigentes, empezando por los propios autores, pasando por los mismos que están convencidos de lo contrario y terminando por el grueso de la población. Somos muchísimos más los que deseamos una cultura libre y con costes razonables sin que ello signifique, en absoluto, la pobreza para los creadores y productores y por consiguiente la incapacidad para realizar creaciones nuevas, pero sí que suponga una gran riqueza cultural —y hasta económica— para todos. Compartir lo que nos gusta es una característica propia del ser humano, y tal derecho lo garantiza —supuestamente— la Constitución. Mientras haya personas que sepan que compartir libremente es bueno seguirá haciéndose a pesar de lo que hagan los que tienen el poder y quieren siempre mucho más. Aunque nos prohibieran vilmente la posibilidad de emplear el sistema de enlaces o cualquier otro —lo que iría en contra de todo sentido común y de las leyes racionales—, siempre hay otras maneras de compartir, entre ellas el P2P —que es indestructible porque cada equipo informático es un servidor que intercambia información con otros— por lo que sería imposible perseguir y neutralizar a tan ingente cantidad. Lo único que pueden y deben hacer —aparte de no ser tan viles, estúpidos, avariciosos, manipuladores, abusivos, mentirosos...— es aceptar la realidad y adaptarse adecuadamente; si tanto les cuesta, hemos de ayudarles a conseguirlo, por el bien de todos. ¿Qué tiene más peso, lo que quieren con seguridad miles de millones o lo que aparentemente quieren apenas unos cientos de miles? De momento, solo Suiza —y quizá algún otro país— ha querido darse cuenta de la realidad, y lo ha hecho definitivamente a través de un estudio que demuestra que las descargas realmente no afectan a la industria, de que la libertad de la cultura es, en realidad, el camino adecuado que hay que seguir para llegar a un buen futuro.

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